Sentí su gemido más que oirlo, y también sentí la dureza y la frialdad de la pared contra la espalda, cuando me hizo girar en sus brazos y me clavó allí. Mantuvo una de sus manos un poco más abajo de mi espalda, presionándome contra él. Sentí que deslizaba la otra hacia abajo por uno de mis costados, restregando mi vestido ceremonial hasta dar con el dobladillo por la parte de atrás del muslo. Entonces sus dedos comenzaron a subir de nuevo hacia arriba, por dentro, acariciando mi piel fresca y desnuda.
¿Piel desnuda ?
¿De espalda contra la pared ?
¿Sobándome en la oscuridad?
Fue entonces cuando se me ocurrió la peor idea de todas: No iba hacerlo. Allí no. Así no. Ni siquiera sabía si estaba preparada para hacerlo con él. La única vez que lo había hecho había terminado de una forma desastrosa,y había sido el peor error de mi vida. Y desde luego no me había convertido en una especia de puta ninfómana (. . .)
No hay comentarios:
Publicar un comentario